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Foto del escritorMateo Montoro

La muerte del maestro -Sobre la relación alumno-maestro en el desarrollo del Yo, fundamentado en “La sociedad de los poetas muertos”, “Merli” y “Assassination Classroom”-

Actualizado: hace 2 días

La relación que se ve reflejada entre alumno y maestro está justificada por la misma naturaleza humana. Este vínculo, junto con sus motivos, beneficios y problemáticas, se encuentra en un rincón tan ancestral del ser humano que es independiente de la cultura, la época histórica e incluso el contexto académico.


Si observamos la naturaleza y las conductas instintivas de ciertos grupos de animales, notamos una predominancia, especialmente en aquellos con una vida grupal, de comportamientos que encajan en lo que llamamos conducta socializadora. Es decir, un proceso mediante el cual los miembros más veteranos de la manada inculcan a los más jóvenes los principios de supervivencia que han resultado útiles para la especie, así como los valores a respetar entre sus iguales.


En el caso de los humanos, los primeros en cumplir este rol suelen ser los integrantes de la familia. Sin embargo, cuando el individuo comienza a madurar y romper con la pertenencia familiar, busca (o se le impone) un sujeto externo que desempeñe este papel. Dependiendo de cómo este nuevo sujeto fluya con su identidad, será más o menos influenciado por él. Este nuevo sujeto, que ocupa el rol del maestro, suele centrarse en lo académico. Pero hay algo que va más allá de lo que se enseña, y es ahí donde quiero centrarme: cuando lo que está en juego ya no es simplemente que el alumno logre aprender o incorporar nuevos conocimientos, sino algo mucho más personal e importante, como lo es la misma identidad.


Arminda Aberastury, psicoanalista argentina, nos cuenta que al llegar a la adolescencia se produce un movimiento inconsciente que reemplaza a los referentes familiares (padre, madre) por figuras externas al círculo familiar. Es en este periodo cuando comenzamos a idolatrar a músicos, actores, “Messis” o “Cristianos Ronaldos”, y, para sorpresa de algunos, también a algún maestro. Todos estos referentes, como lo fueron los padres en su momento, se vuelven fundamentales para la formación de nuestra personalidad.


¿Pero en qué se diferencia la imagen de un maestro de la de un deportista o una figura del estrellato? La respuesta breve es que el maestro está ahí, presente, confrontando constantemente las expectativas y deseos del alumno. Esto compromete la idealización y lo convierte en una figura ambivalente para el desarrollo de nuestra personalidad.


Esta lucha se ha impregnado en la conciencia cultural. Parecería haber una rivalidad natural entre el maestro y el alumno. Esto se evidencia claramente en el animé japonés Assassination Classroom y también en la trama de la serie catalana Merlí. Independientemente de los gustos de cada uno, hay un aspecto que me llamó mucho la atención: cómo dos culturas tan alejadas repiten una imagen tan clara del proceso en el que el maestro es un enemigo al que hay que eliminar.


En el animé japonés, esto se presenta de manera lineal, y dicha literalidad permite jugar con otros aspectos simbólicos. En el caso de Merlí, el enfoque es más sutil. Incluso alguien podría argumentar que la relación entre maestro y alumno en la serie está caracterizada por la admiración hacia el profesor. Pero ahí volvemos a mi respuesta breve: en el momento en que Merlí va en contra de los deseos de los alumnos, les dice cosas que no quieren oír, o les pone límites, surge el conflicto. También sucede en la incorporación de las enseñanzas, cuando en búsqueda de la aplicabilidad de lo enseñado por el maestro, el alumno encuentra la frustración de que el primero le repruebe por no haber entendido la enseñanza.


En definitiva, estos conflictos, este “querer eliminar” de la trama en un caso más literal y en el otro más simbólico, es la expresión de la independencia, la toma de autonomía, la formación de una identidad. Es un proceso que lleva al peor final, en el peor momento, cuando uno puede re-amigarse con al maestro, cuando ya lo comprende y logra estar en paz con su imagen y lo que representa, al maestro le espera el pero final: la muerte. Es una muerte simbólica obviamente, pero que requiere de un proceso de duelo similar a la muerte real, de ahí el final de ambas series.


Pero queda una cuestión más, ¿Qué tan importante es esta muerte? O mejor dicho ¿Qué tan necesaria? ¿Qué pasa si no quiero/puedo matar al maestro? Y acá es donde entra la tercera puesta en escena, la película protagonizada por Robin Williams “La sociedad de los poetas muertos”. Cuando no logro reivindicar la imagen del maestro y des-idealizarlo, cuando no logro relativizar sus enseñanzas y me quedo con la literalidad de sus palabras y pretendo vivir mi vida como una extensión de él mismo, en ese caso, se da la muerte más trágica a nivel de identidad, se da la muerte del alumno.


Este es el final que debemos evitar, las enseñanzas que los maestros de la vida nos dan siempre deben ser adaptadas a nuestras circunstancias y a nuestra persona y nunca es al revés. Por supuesto esto es un ciclo, y las personas más ricas son las personas que logran encontrar mayor cantidad de maestros en la vida, pero también logran matarlos y superar el duelo.


  • Arminda Abersatury, La adolescencia normal: un enfoque psicoanalítico.

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